Historia casi verídicaNarrativa

La pizca

—¿De mero dónde eres, güero? —me pregunta un nayarita alto, del tamaño de un árbol. Barbudo, de espaldas anchas. Burlesco.

—De Durango. Cerquitas de la sierra —le contesto con cierta timidez, mientras empezamos a rasgar la primera línea de árboles de manzana.

—Tienes manos de niña —me increpa. Se ríe. Los de la cuadrilla se ríen.

Le respondo con una falsa sonrisa. Escucho las indicaciones del jefe de la cuadrilla. El que me invitó al jale. Ismael.

—La reja va a salir a veinte pesos. Ya se la saben. Dejen las verdes. Salomón se las va a ir contando. ¡A chingarle, que hay mucho día!

Nos levantamos a las cuatro y media. Las huertas están en Guachochi. Nos dieron una bodega para dormir, para todo. Ahí nos acomodamos los ochenta y cinco que venimos de Durango.

Hace un madral de frío. No es fácil dormir y menos en el suelo.

Como garrapatas nos aferramos a los sleeping, a las cobijas. Nos repegamos todos. Pero el frío se nos encaja por todos lados.

Yo no conozco a nadie. Hay muchos del Mezquital y de Santiago. No hago plática con nadie.

Me dieron un rincón pegado a los baños. Estoy conforme, incómodo pero conforme.

La madrugada es mucho más fría que la noche. Las corvas me duelen, pero es mejor levantarse, echarse un café.

Hay diez mujeres que nos preparan frijoles con huevo. Afuera de la bodega dispusieron tres mesas. Una cocina improvisada.

Casi nadie se queja de la noche.

Todos comemos a prisa. Las camionetas ya están en fila.

—Súbanse donde quepan —dicen los choferes.

Los más vivos se van en la cabina. Los demás, nos volvemos a agazapar, en las cajuelas. El frío nos quema.

—¡Tienes manos de niña! —me vuelve a decir el que, ahora sé, se llama Genaro, mientras nos encontramos arrancando las manzanas—. Los demás se vuelven a reír. Ahora también me río.

Las manos se me engarrotan. Apenas son las seis y mis manos ya tienen llagas y ampollas. Llevo apenas dos rejas mientras que los demás casi el doble.

El día me parece demasiado largo, eterno. Veo a los árboles de manzanas interminables.

Apenas es la una de la tarde. Cuarenta y cinco minutos de lonche. Nos llevan unas tortas desabridas y refrescos. Alguien lleva un radio. Nos consolamos oyendo la 104.5, la estación FM de Chihuahua.

Suena una polka. El conductor saluda a un pela’o que se llama como yo, pero de Parral. Yo me meto en un pensamiento, imagino que soy ese canijo y no yo. Me imagino que estoy en Parral y no aquí, entumido, con las manos de niña.

—¡Vámonos, de regreso al jale! —grita Ismael.

Y todos, como hormigas, tomamos rejas vacías y nos colocamos bajo los manzanos, como si les rezáramos, como si les pidiéramos perdón por quitarles sus manzanas, olvidando momentáneamente que tendremos que regresar, más tarde, a una bodega helada y a un suelo demasiado duro.

El Fortino

Soy originario de Vicente Guerrero, Durango, México. Tengo la edad de 37 años. Egresé de la Universidad Autónoma Chapingo en el año 2013, donde cursé una licenciatura en Economía Agrícola. Me han publicado en algunas revistas como 'Salmón', 'Cisne', 'Nocturnario', 'Herederos del Caos' y, recientemente, en 'Trinando' y en 'Puerta Blanca Ediciones'. En el mes de julio obtuve una mención honorífica en el Premio Nacional de Poesía Infantil Becky Rubinstein 2022. En 2018, fui seleccionado para una compilación del Concurso Nacional de Cuentos Campiranos Marte R. Gómez, de la Universidad de Chapingo.

El Fortino has 5 posts and counting. See all posts by El Fortino