Crónica

Instante de vida, padecer eterno

Ese día, muy temprano, parecía muy tranquila, entonces su mamá le dijo que se iba a bañar y en un rato volvía: “vete má, estoy bien”, le dijo. Se quedó una tía con ella. En sus últimos momentos Andrea se arrepintió: “si Dios me da otra oportunidad, voy a cambiar, seré diferente”. A las ocho de la noche del día anterior se había puesto grave, cambió de color. La pastilla la fue matando lentamente, le dio un paro cardíaco; entró en coma y regresó después de unas tres horas.

Al forjador de ilusiones

Todas estas vivencias sumaron siete años de magia, de ilusión, de transformación. Siete años en los que descubrí que la vida no es cuadrada ni redonda; que hoy puedes ser esto y mañana aquello y, claro, sin dejar de ser tú. Aprendí que la vida puede vivirse con innumerables matices y, gracias al maestro, me permití vivir casi todos: reí, lloré, amé, grité, canté, disfruté, brinqué, enloquecí y, en cada papel, descubrí un poco más de mí. Y me asumí, me acepté, aprendí a vivir conmigo, lo que a veces no resulta del todo tarea fácil.