Poesía

El agua va a todas partes

1

vasos comunicantes que van de ida y vuelta, eso somos a veces, cuando creemos que la vida es sencilla, que vivir es abrir la ventana y respirar hondo, llenarnos de esas ganas de hacer cosas y ver a la persona amada, o imaginarla, sentada a la orilla de la cama, viendo que respiramos, que somos felices un día, con el recuerdo de lo que hemos sido.

2

he visto los árboles más altos del mundo, sus ramas frondosas cubren todo, su sombra es del tamaño de un campo de futbol, acaso del área chica hasta la otra portería, pero son grandes, los veo y me pregunto, ¿cómo es que tienen vida?, ¿cómo es que llega el verdor hasta la última hoja allá en lo alto donde no puedo verla?, aunque lo aprendí en la escuela, no puedo creerlo, el agua va de la raíz, sube por una finísima hebra, más delgada que un cabello, tres, veinte, cincuenta metros, y la hoja recibe un poco de sal de mar que se ha quedado en los cerros.

3

te veo a los ojos y algo me dices, no sé si es triste o el triste soy yo, pero no hace falta nada, mis dudas, mis presagios, mis locas ideas del fin del mundo se han ido; ¿qué hay dentro de tus ojos?, me pregunto, creo verlos en todas partes, en el semáforo, en el pesero, cuando compro el periódico los domingos, cuando camino bajo la lluvia, cuando voy por la calzada y nadie me sigue, cuando estoy solo como ahora que los sigo viendo.

4

levanto la mano en la clase y el maestro me ve, mis compañeros están haciendo otra cosa que no recuerdo, solo veo a Martha y a Belén, están iluminando un paisaje, se ve a las claras un pequeño río, unas colinas y un venado, eso creo porque están usando el color café y los venados son cafés, eso dijo mi padre cuando le pregunté por qué los venados tienen cuernos y el dijo porque son cafés y siguió viendo la tele. Levanto la mano y el maestro ahora ve la ventana, algo busca, pero no es algo de este mundo, no que pueda verse; levanto la otra mano porque me cansé y me dice: ¿qué te pasa Lalito?, y yo le pregunto, maestro, ¿por qué a veces nos ponemos tristes? Y entonces la tristeza le sale por los ojos.

5

nunca tuve una casa del árbol, me habría gustado pero la vida va en otro tren, lo que sí tuve fue mi teléfono de hilo, creo que en un libro de la primaria venía cómo hacerlo: con dos vasitos de gelatina azul y un hilo de color amarillo, salíamos al patio o la calle de tierra y lo estirábamos para que se oyera bien: bueno, bueno, así lo habíamos visto en la tele, pero no siempre se oía todo, a veces se metía el radio y en nuestro teléfono se oían los Beatles y Pedro Infante, algo raro, pero todos saben que los teléfonos de antes eran divertidos. Tengo un celular, ya casi no hablo por él, más bien mando y recibo mensajes, casi me acostumbro a leer: tqm, rk2, nom, ogt, tvo, alv y kdt, pero no estoy muy seguro de ello.

6

recuerdo mi primer mensaje, estaba con mi amigo Toño, habíamos hecho nuestros papalotes y ahora volaban –una vez su papá le ayudó a hacer uno muy grande, con cartón y carrizo que era sostenido por una rafia–, ese día teníamos cada quien el suyo: vamos a mandarles un mensaje, dijo. ¿Un mensaje?, ¿cómo?, entonces agarró un pedazo de papel y anotó algo en él, le hizo una perforación y pasó el hilo, el papel empezó a subir poco a poco hacia el papalote. Entonces yo escribí en otro papel: querido papalote, cuando sea grande quiero escribir un libro; perforé el papel y pasé mi hilo: sigo esperando a ser grande.

7

dice el poeta que la amistad es como el amor pero sin sexo, yo creo que el amor y la amistad se hacen con palabras, no creo que nos enamoremos de un par de ojos, de una boca como la tuya, de esa tu sonrisa o tus labios o tus hombros. Creo que me enamoré de lo que dices con los ojos, de lo que tu piel transmite, a veces también de tu silencio o de cuando me hablabas de Tita o de tu abuela, también de esa música que ponías en mis oídos y que escucho cada mañana. Creo que hay palabras que no se dicen con la voz y que llevo dentro.

8

hubo una época en que éramos salvajes, el hombre y la mujer andaban desnudos y no se preocupaban por nada, o quizá sólo por juntar algunas bayas y no caer muertos bajo un tigre dientes de sable; la vida se les iba en comer, protegerse del frío y reproducirse con singular alegría; ahora debemos mandarnos mensajes, correos electrónicos, llamarnos por teléfono y consultar nuestra agenda en el procesador de textos e imágenes o la agenda de papel. No cabe duda, hubo una época en que la vida no viajaba en avión.

9

a veces recibo mensajes que no son para mí, correos electrónicos que eran para otra persona, incluso el cartero me ha dejado cartas para otro destinatario; ha de ser por eso que a veces no te encuentro, que no sabes que te busco y que pienso en ti.

10

recuerdo el hogar por la comida, mi madre hace tortillas a mano, pone su nixtamal y lo escurre en una xika, lo martaja en un molino de mano y lo deja listo en el metate; los domingos hace salsa en el molcajete, las tortillas recién salidas del comal las dobla en un plato, les pone salsa encima y un poco de queso. No existe manjar alguno que pueda quitar este recuerdo.

11

buscamos algo en los astros, creemos que nos hablan, que de alguna manera nos dicen del futuro o del pasado; queremos creer que nuestro destino está dicho, que no somos nosotros los únicos responsables de los pocos éxitos y de los muchos fracasos.

12

no sé para qué escribo estás líneas, o las otras, las de hace un año o más; no sé si la vida pueda entrar en un cuaderno o un libro. Sé apenas que quiero decirte algo al oído, algo del agua que eres y que abrazo, cuando estoy despierto y cuando estoy dormido.

Moisés Zurita Zafra

Profesor-investigador en la Preparatoria Agrícola de la Universidad Autónoma Chapingo. Originario de Tunuchi, Oaxaca, estudió Sociología Rural en Chapingo. Cuenta con dos maestrías, una en Lingüística Indoamericana y otra en Educación en Derechos Humanos; tiene un doctorado en Ecología y Gestión Ambiental. Fundador de la revista Molino de Letras, ha sido reconocido dos veces como creador de arte y cultura por el Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de México. Autor, entre otros libros, de Gotas de Tinta, Esos lodos, Yo sí le Pasé, Unos días en la escuela, Cuando me iba de pinta, Cierro los ojos, me voyEl Tavayuko.

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