Hay espacios,
entre los sueños,
que pretenden ser el destino,
sin embargo,
por imposición,
se quedan en el simple inicio,
soplo recurrente
de un algo sin terminar.
Se matizan,
después,
de frustración
que sólo cambia
cuando esa oscuridad,
convertida en verdad,
es derrumbada por un algo
que sucede en un ahora,
donde el antes y el después
no existen,
cuando se materializan
en un espacio llamado ninguna parte.