Estás.
Cuelgas de un espacio en blanco, frío. Nos miras pasar. Levantas la voz. Nadie escucha. Siguen caminando con la mirada diluida en el piso, con el desprecio en los hombros, en los labios.
Llegaste ahí creyendo en que cambiaría. ¡Mentira! Quienes te trajeron acá son los mismos profetas, hipócritas, sin alma y, tú, estás.
Nos miras pasar. Sientes la soledad que cala. Te llega a las entrañas y gritas. Nadie escucha. Es común de donde vines y, ahora, a donde vas: desprecio.
Saliste, de donde vienes, para ser, para tener un rostro, a cambio sólo te dejaron ahí: colgada de un espacio en blanco, frío.
…como todas las, borrosas, fotografías.