La nueva película de Spike Lee empieza con 3 minutos de material de archivo crudo y difícil de digerir sobre la guerra de Vietnam y las protestas de la comunidad afroamericana en los años 60´s, dejando así bien claras sus intenciones: estás a punto de ver un manifiesto antirracistas que no se anda con sutilezas.
Cuatro veteranos de guerra afroamericanos viajan a Vietnam a recuperar los restos de su líder de escuadrón muerto en acción hace ya más de 40 años; o al menos bajo esta excusa se convencen de regresar a la jungla que vio nacer sus peores traumas, pues sus verdaderas intenciones son recuperar un cargamento de oro que enterraron hace ya muchos años. La cinta se estrenó en Netflix el pasado viernes 12 de junio y cuenta con la participación de Delroy Lindo, como Paul; Clarke Peters, como Otis; Norm Lewis, como Eddie, e Isiah Whitlock, Jr, como Melvin
La película está claramente diferenciada en dos partes, así como se vuelca sobre dos grandes ejes temáticos. El primero y que permea más en la obra es el de la instrumentalización de los soldados afrodescendientes por parte del gobierno norteamericano. En un punto de la cinta se menciona que, a pesar de que los negros son una población minoritaria en el territorio estadounidense, componen más del 30% de las tropas que fueron enviadas a morir al sur asiático. Se les adoctrinó para pensar que el enemigo estaba en el extranjero (cosa que queda patente en la forma displicente con la que parte de los protagonistas tratan a los locales, como al niño que les pide dinero en los primeros compases de la cinta), cuando en realidad estaba en casa, representado por un gobierno tendiente al fascismo que les negaba la igualdad de derecho, que los animaba a pelear por las barras y las estrellas y, al mismo tiempo, permitía el asesinato de Martin Luther King.
Es en este apartado es donde la película brilla más, y es que a lo largo de la aventura los 4 hermanos son el vehículo de una mirada crítica que nos lleva a pensar que los afroamericanos nunca han sido libres, solo cambiaron de cadenas, pasaron de obedecer por temor la tortura física de sus amos a estar hacerlo por un falso sentido patriótico. El desarrollo de las relaciones entre ellos en ese sentido y con las enseñanzas de su líder del pasado alimentan esta crítica, con lo que en ese frente (compuesto mayoritariamente por la primera parte de la película) el guion es sólido. Además, los personajes intercalan en sus diálogos datos poco conocidos de la cultura negra que le dan a la película un valor didáctico.
El otro gran tema de la cinta tiene que ver con cómo la guerra es un infierno que afecta a los involucrados aún décadas después de haber terminado, una guerra desatada simplemente por el origen de todos los males: el dinero.
En Vietnam, el conflicto ha pasado factura tanto en los lugareños, que miran con resentimiento a los norteamericanos (a veces un resentimiento histórico pues muchos de los vietnamitas que aparecen a cuadro no fueron combatientes sino sus descendientes), como a los propios hermanos, que llevan cicatrices emocionales y psicológicas desde sus días de servicio, y desenterrar el oro del Tío Sam no hace más que reavivar las heridas y los resentimiento entre ellos.
La segunda parte de 5 Sangres pivota dentro de este marco con intención de ejemplificar, con escenas de acción y sangrientos tiroteos incluidos, cómo la guerra entre clases margianadas (negros contra vietnamitas) fue provocada por la clase blanca acomodada que echó mano de las minorías y las usó como mercenarios para saquear una nación. En este caso, el personaje del magnate francés interpretado por Jean Reno es la personificación de ese capitalismo voraz que todo lo deshumaniza (ni su escena final con la gorra de “Make America Great Again” ni su parecido físico con Trump son coincidencia).
Sin embargo, y dado el cambio de tono tan brusco de la cinta, de un relato sobre las distintas hermandades a una película de acción más propia del cine de Serie B, para su segunda mitad la trama es opacada por una neblina de incredulidad en la que veteranos de guerra bien entrados en años pueden contra todo un escuadrón de jóvenes mercenarios mejor armados pero utilizados como Minions.
Está claro que las intenciones de Lee no son retratar un conflicto bélico realista como sí lo son mostrar los absurdos de una guerra donde el honor solo es un cuento de hadas, pero esto sólo lleva a la conclusión de que en la cinta está mejor logrado el mensaje antirracista que el antibélico.
Quizás no estemos ante el trabajo ni más sólido ni más arriesgado del director que en 2019 usó el escenario de los Premios Oscar para hablar sin tapujos sobre la esclavitud y el racismo, pero sin duda se trata de una pieza de reflexión indispensable en los tiempos que corren.