He visto el mar. Mis hijos me habían hablado con mucha frecuencia del extraño sonido que emitían las olas al tocar la arena de las orillas. He visto el mar y me ha impresionado. Durante años he visto cómo el agua se transforma y transforma los paisajes. He caminado en las mañanas bajo lluvia intensa, he caminado de regreso a casa después de una lluvia al medio día, he andado en caminos en donde el vapor de agua va subiendo hacia el cielo. He visto caer el granizo durante muchos años. He visto cómo se desborda el río y se lleva todo el rastrojo viejo y seco, he visto como rellena con agua nueva a las lagunas. He visto cómo el río, con la fuerza del agua, arrastraba árboles enteros, animales vivos y muertos, peces, víboras, enormes nidos de termitas. Pero no había visto el mar. Finalmente he visto el mar.
No era un sueño, es un sonido indescriptible, como cuando mi padre nos pedía que hiciéramos con una mano la forma de una concha y lo colocáramos en el oído derecho mientras el viento de marzo y abril limpiaba las calles del pueblo; es un sonido cercano, un murmullo intenso que sube y baja, con una identificada cadencia. Me ha llamado la atención la espuma, una espuma extraña, he tocado el agua. Mis hijos me habían dicho que el agua era salada; no dudé en probarla, es cierto, es salada. Con poco interés he visto escenas de películas donde muestran el mar.
El mayor tiempo que he dedicado a ver el oleaje del mar ha sido en los noticieros durante la temporada de huracanes: Dean, Katrina, Wilma, Gilberto, entre otros. Nunca antes había visto el color azul del mar. El río que cruza los campos agrícolas en casa nunca alcanza ese color. En invierno y primavera es siempre transparente y en verano, cuando la época de lluvias llega, se vuelve chocolatoso. Yo no sé si sea por la sombra de los árboles, la grava y la gruesa arena, no sé, pero el agua no es azul. Aquí, en el mar, sí. Las lagunas que el río deja a su paso casi siempre son de aguas turbias, café, con lodo. No de color azul. El agua del mar es azul.
Mi hijo mayor se sorprendió al verme absorto ante el espectáculo, no imaginaba este espectáculo. Era medio día y parecía que el cielo se confundía con el mar, ese azul nunca lo había visto, es impresionante. Ellos se ríen, pero sé que lo hacen con cierta condescendencia, saben que es la primera vez que disfruto este espectáculo. Me han sugerido y quieren que me quede a vivir aquí, pero prefiero el agua de lluvia, el agua que no sabe a sal, el agua que se evapora del camino a medio día, el agua del ruido de la corriente entre las piedras, en las pequeñas cascadas, esos chorritos inmensos, claros o turbios, con vida o sin ella. Me gusta el agua, me gusta el agua que corre en el pueblo. Pero hoy he visto el mar.