La llegada de José Solís Ramírez a la Rectoría de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) fue gracias a la ola que llevó al poder al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ganó la presidencia luego de tres intentos, con el respaldo de treinta millones de votos, convirtiéndolo en el presidente más votado de México.
Abusando del paralelismo, a José Solís le gustaba presumir que después de tres intentos fue el candidato que cosechó más votos para llegar a la Rectoría de la institución de educación agraria más importante de México; a su modo, Solís Ramírez se asumía como el AMLO de Chapingo. Era, en suma, la encarnación de la Cuarta Transformación en la república chapinguera. Pero era eso, un abuso del paralelismo.
Para nadie es un secreto que José Solís Ramírez llegó a la Rectoría apadrinado por Víctor Villalobos Arámbula, titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) de la 4T. En su momento, corrió la especie de que Villalobos Arámbula, poco antes de las elecciones en Chapingo, llegó de visita a la Universidad, ingresó a la Rectoría, le pidió al rector interino que se retirara y en dicha oficina sentó a los candidatos participantes en la contienda para pedirles, en realidad ordenarles, que declinaran a favor de José Solís.
El argumento fue que se debía impedir a toda costa que ganara Abel Pérez Zamorano, el candidato de Antorcha Campesina. Fue un argumento falaz, porque si bien Abel Pérez era la mejor carta que ha tenido nunca la organización priísta para alcanzar su sueño guajiro de hacerse con la Rectoría de Chapingo, lo cierto es que en ese momento había una ola antipriísta generalizada en toda la sociedad, sumada a una memoria colectiva que vacuna a chapingueras y chapingueros, generación tras generación, contra el Movimiento Antorchista.
Así, de la noche a la mañana, tras la visita de Víctor Villalobos, una contienda interna entre grupos académicos y políticos por la Rectoría de Chapingo, se convirtió en una guerra a muerte entre el Movimiento Antorchista y el Movimiento de Regeneración Nacional. La primera víctima fue la autonomía universitaria. Y, en ese contexto, la victoria de José Solís Ramírez fue abrumadora, dado que era el candidato de la 4T y nadie quería que Antorcha Campesina dirigiera Chapingo. De esos polvos vienen estos lodos.
Hubo quien en verdad pensó que con el triunfo de Solís había ganado la izquierda en Chapingo y la derecha había sufrido una aplastante derrota, pero no tardaron en darse cuenta de que, en realidad, Solís había conseguido una patente de corso para, en nombre de la 4T, hacer y deshacer a su antojo. Mucho se comentaba del poder otorgado a su hijo, quien habría colocado a sus amigos de farra en los mandos medios de la administración, sobre todo en las jefaturas donde fluyen más recursos. Algunos presumían sus camionetas nuevas en Facebook.
Luego, haciendo uso de dicha patente de corso, a través de las redes sociales, sobre todo de una página de Facebook, montó una campaña de desprestigio contra el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma Chapingo (STUACh), acusando a trabajadoras y trabajadores administrativos de “saquear” a la Universidad por pedir un aumento de salario y el pago de un bono que se les había otorgado por años, al grado de convertir a los estudiantes en esquiroles para intentar romper la huelga a la que todo sindicato tiene derecho en este país.
Una huelga que, por cierto, quedó a la deriva en medio de la pandemia, dejando a las sindicalizadas y sindicalizados sin su salario, en un contexto de parálisis de las actividades económicas, para vencer al sindicato por hambre. Justo cuando más empatía y solidaridad se necesitaba, el Chapìngo de José Solís Ramírez dejó en el abandono a sus trabajadoras y trabajadores.
En este mismo sentido, el manejo de la pandemia fue un desastre. El internado nunca debió cerrarse, debió mantenerse abierto para las y los estudiantes que vivían en zonas alejadas, donde la señal de internet era deficiente o nula. Como ejemplo, las escuelas militares que cuentan con internado nunca suspendieron las clases presenciales. En Chapingo era posible implementar una mecánica similar a menor escala para tales estudiantes, con clases virtuales garantizadas con el acceso a internet.
Lejos de eso, el internado quedó en el abandono, sin el mínimo mantenimiento, generando un costoso deterioro. Y, en vez de invertir el tiempo y el dinero ahorrado al no haber gastos de operación en darle mantenimiento mayor a los comedores y a los dormitorios, los recursos se emplearon en pavimentar el periférico de la manera más antiecológica y reduciendo los espacios verdes en favor de más estacionamientos. Una vergüenza para una institución agraria.
Asimismo, se emplearon los recursos económicos en instalar módulos con lavaderos que nunca se usaron, en fumigar las instalaciones vacías cuando ya se sabía que esa no era la forma de prevenir el contagio del virus. Fue dinero tirado al vacío; es decir, a los bolsillos de una empresa que, se rumoraba, también pertenecía a su hijo. Circulaba por ahí un audio en el que la directora de Administración daba cuenta del atraco, con nombre y apellidos.
Más tarde, cuando ya era posible el regreso a clases presenciales, José Solís lo evitó a toda costa, contraviniendo de manera frontal los llamados del presidente López Obrador, quien desde el 7 de octubre de 2021 hizo un llamado a las universidades para que regresaran a las aulas, exhorto que reiteró el 4 de enero de este año. Chapingo regresó de manera escalonada hasta el 28 de marzo, dos años después de que se cerraran las instalaciones y tras una serie de protestas estudiantiles. Y eso a regañadientes, porque Solís Ramírez pretendía que el regreso escalonado iniciara hasta el 18 de abril.
Así, Chapingo regresó a clases presenciales de manera escalonada diez meses después del regreso a las aulas en educación primaria y secundaria, y cinco meses después del llamado presidencial. Incluso José Solís hizo todo lo posible para que el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad Autónoma Chapingo (STAUACh) estallara la huelga; es decir, no hizo nada para solucionar las demandas del sindicato, con el fin de provocar el enojo de las profesoras y los profesores e impedir el regreso a clases presenciales demandado por el sector estudiantil.
Y cuando por fin se pudo abrir la universidad y retornaron las alumnas y los alumnos, el Patio de Honor estaba hecho un desastre, los dormitorios cerrados o en mantenimiento y la infraestructura de los comedores rebasada. Las filas enormes para poder comer antes de ir a clases fueron la gota que derramó el vaso.
De nueva cuenta, Solís Ramírez trató de capotear el descontento tal como lo había hecho con el STUACh y el STAUACh; es decir, dejando que pasara el tiempo sin hacer nada, con la finalidad de que las alumnas y los alumnos inconformes se cansarán; de nuevo, se inició una campaña de desprestigio desde su página página de Facebook. Página en la que, por cierto, abundan los comentarios machistas, racistas y homófobos.
Pero Solís no contaba con la astucia del estudiantado. Cuando quiso controlar el descontento a través de un fantasmal Comité Ejecutivo Estudiantil (CEE), surgió la Coordinadora Universitaria de Representantes Estudiantiles de Chapingo (CURECh), que impulsó un paro, tomando las instalaciones, con la exigencia de aumentar la beca y la construcción de un comedor nuevo. Ante la negativa de José Solís de dar respuesta a sus demandas, convocaron a una Asamblea General, que no reunió el quorum.
La respuesta, desde su página de Facebook, fue la burla. Y de manera oficial el desprecio a la protesta estudiantil y la negativa a convocar al Consejo Universitario para que este órgano colegiado tomara cartas en el asunto. En última instancia, ofreció una encuesta desde las redes sociales; o sea, otra burla.
Mientras, estudiantes, profesoras y profesores que se identifican con Antorcha Campesina, acudieron a la puerta principal a solicitarle a la CURECh que levantara el paro para llevar a cabo un plebiscito. El tiempo le dio la razón a la organización estudiantil, porque de nuevo Solís Ramírez se negó a convocar al Consejo Universitario para analizar la posibilidad de un plebiscito, el que ahora pide a gritos; también le quitó la razón a quienes acusaban a la CURECh de ser una instancia títere del Movimiento Antorchista.
De esta manera, lejos de apaciguarse el descontento estudiantil, éste fue creciendo hasta desembocar en una nueva convocatoria a una Asamblea General, que por fin se verificó el pasado 6 de octubre. El historiador de cabecera de José Solís, desde su página de Facebook, trató de ningunear la Asamblea publicando una reseña de la Biblioteca Central, mientras que a unos cuantos pasos, en el estadio universitario, la comunidad universitaria se daba cita para escribir una nueva página de la historia chapinguera. (Dicho sea de paso, hay que ser muy mal historiador para no darse cuenta de que la historia es algo vivo que acontece en la vida real, por ejemplo en un estadio de futbol, más que en una biblioteca.)
Los resultados ya se saben: con 6 mil 379 votos de un total de 6 mil 593, el 96.75 por ciento de la Asamblea, la comunidad universitaria ahí reunida destituyó a José Solís Ramírez como rector de la Universidad Autónoma Chapingo. Éste, lejos de aceptar el veredicto, corrió a esconderse entre los pantalones de los diputados de Morena, quienes, en una grosera violación a la autonomía universitaria, le dieron su espaldarazo. Si llegó con la bendición de Víctor Villalobos, ¿por qué iba a destituirlo una Asamblea?

Con 6 mil 379 votos, la comunidad universitaria destituyó a José Solís Ramírez como rector de la Universidad Autónoma Chapingo
Cuando vio la situación perdida, José Solís intentó ampararse judicialmente contra una decisión de la comunidad universitaria. Cuando se le negó el amparo, ofreció someterse a un plebiscito, el mismo al que se había negado. El ofrecimiento era una táctica dilatoria, pues pedía que se le regresaran las instalaciones como condición para convocar al Consejo Universitario, donde se discutiría un posible plebiscito no para hoy, no para mañana, sino uno organizado con el tiempo suficiente para, dijo, poder defenderse. Olvida que se le invitó a la Asamblea General del 6 de octubre. Hay desprecios que se pagan caro.
De entonces a la fecha, Solís y otras voces que se creen a sí mismas respetables han tratado de desacreditar la Asamblea Universitaria, alegando que el Estatuto Universitario contempla el plebiscito como la única vía para elegir y destituir a quien ocupe la Rectoría de Chapingo. Entienden por plebiscito la colocación de urnas para depositar los votos directos y secretos. Al respecto, hay que decir varias cosas.
Tienen razón cuando dicen que el Estatuto Universitario marca como lineamiento el voto directo y secreto para elegir o destituir a un rector o rectora. Y debe ser así y no de otra manera. Verbigracia, estaría muy mal que el Consejo Universitario eligiera a quien ocupa la Rectoría suplantando a la comunidad universitaria, tal como sucede en la Universidad Nacional Autónoma de México, que tiene una forma de gobierno muy antidemocrática. Así debe ser en tiempos de normalidad democrática, que la comunidad universitaria de Chapingo acuda a las urnas en un plebiscito organizado por el Consejo Universitario.
Pero cuando el rector en turno se vale de triquiñuelas para impedir que se instale el Consejo Universitario, cuando entorpece el funcionamiento de dicho órgano colegiado porque éste podría determinar la realización de un plebiscito a través del cual, seguramente, se le revocaría el mandato, la comunidad universitaria está en todo su derecho de convocar e instalar una Asamblea General y deponer al rector que actúe de dicha forma.
Si tuviéramos que expresarlo con un apotegma, diríamos que si la Rectoría y el Consejo Universitario funcionan de manera adecuada, la Asamblea General es innecesaria. Dicho de otro modo, si la Rectoría y/o el Consejo Universitario no funcionan, la comunidad universitaria tiene el derecho y la obligación de convocar e instaurar la Asamblea General para restaurar ambos órganos de gobierno que ha hecho de la UACh la institución de educación superior más democrática de México.
Quienes como Solís y otras voces que se creen a sí mismas respetables insisten en que la Asamblea General realizada el 6 de octubre no está respetando las leyes mexicanas, que está fuera de la normatividad universitaria, ignoran varias cosas. En primer término, el significado de la palabra plebiscito; en segundo lugar, la historia de México y la historia de Chapingo.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra plebiscito tiene tres acepciones: 1. m. Consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal.; 2. m. Resolución tomada por la mayoría en una votación popular directa; y 3. m. En la antigua Roma, ley que la plebe aprobaba, separadamente de las clases superiores de la república. Más adelante volveremos sobre este último punto. Digamos ahora que lo que aconteció en la Asamblea General del 6 de octubre fue un plebiscito según la segunda acepción del diccionario que, como se ve, implica el voto directo, pero no dice nada del voto secreto. Habría que preguntarles qué entienden por democracia; seguramente nos llevaremos una sorpresa.
Pero más allá de estas cuestiones del lenguaje, ignoran sobremanera la historia de Chapingo. Así que recordemos: en 1967 los estudiantes de la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar, la extinta ESAHE, estallaron una huelga para exigir que el gobierno federal tomara el control de dicha escuela, que era particular y se pagaba para estudiar en ella; no obstante, los servicios educativos y asistenciales eran deficientes, además del maltrato al que se sometía a los alumnos.
La huelga se extendió rápidamente a todas las instituciones de educación agrícola del país. En Chapingo se convocó a una Asamblea para decidir si la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) se sumaba o no al paro de labores para apoyar a los estudiantes de la ESAHE. La Asamblea se llevó a cabo en el Auditorio Principal, el hoy Auditorio Álvaro Carrillo. Acudieron todos los estudiantes, pero los de primer año tenían derecho sólo a voz, no a voto.
No obstante, en un ambiente de rebeldía, antes de votar si Chapingo se sumaba o no a la huelga, los alumnos de primer año exigieron su derecho al voto. Después de una discusión, la mesa que dirigía la asamblea sometió a votación si primer grado tenía derecho o no a votar. De manera mayoritaria la asamblea votó que sí, que los estudiantes de primer año de la ENA tenían derecho a votar.
Y fueron mayoría porque, sin tener derecho a votar, los pelones votaron a mano alzada por dotarse a sí mismos de ese derecho. Ganaron el derecho a votar votando, cuando no podían votar porque no tenían ese derecho. Tras conquistar su derecho al voto, votaron por sumarse a la huelga en solidaridad con los estudiantes de la ESAHE. 1967 pasaría a la historia como el año de la huelga de las escuelas de agricultura y sería el preludio del movimiento estudiantil de 1968, que sentó las bases del México democrático.
No queremos ni imaginar los argumentos que habrían esgrimido esas voces que se creen a sí mismas respetables y que hoy alegan el respeto a las leyes y a la normatividad para tratar de invalidar la Asamblea General del 6 de octubre. Dicen incluso que, dado que ésta no está reglamentada, no podía llevarse a cabo. Sabrán mucho de legalidad, cosa que ya dudamos, pero de legitimidad no tienen ni idea.
Digamos de paso que la Asamblea General ciertamente no está reglamentada, porque no debe ser reglamentada. No tiene que ser autorizada ni convocada por ningún otro órgano de gobierno, por más representativo y paritario que éste sea, como el Consejo Universitario. La Asamblea General se instituye a sí misma, por sí sola. Como ya mencionamos, si la Rectoría y el Consejo funcionan, no hay necesidad de Asamblea. Y si hay necesidad de Asamblea es porque la Rectoría y/o el Consejo no funcionan.
Haciendo un símil con el Estado mexicano, la Asamblea General es el Artículo 39 de la Constitución mexicana, que a la letra dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Así las cosas, la Asamblea General es la forma de manifestación que tiene la comunidad universitaria de Chapingo para ejercer su plena soberanía. Y claro que puede deponer al rector y al Consejo.
Aquí conviene traer a cuento las descontextualizadas palabras de Maquiavelo citadas en el último comunicado en formato de video de las exdirectoras y exdirectores generales. Cuando Maquiavelo dice “que los hombres hacen el bien por fuerza; pero cuando gozan de medios y libertad para ejecutar el mal, todo lo llenan de confusión y desorden”, no se refiere en modo alguno a la plebe, sino a los nobles. Así que estas palabras no se aplican a la Asamblea ni al rector interino elegido en ésta, sino a José Solís Ramírez.
Un capítulo más adelante, Maquiavelo dice al respecto: “Sostengo que quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo, condenan lo que fue primera causa de la libertad de Roma […]. Fijando bien la atención en ellos [los tumultos], se observará que no produjeron destierro o violencia en perjuicio del bien común, sino leyes y reglamentos en beneficio de la pública libertad”.
Como dicen quienes saben, y no quienes citan citas citables sacadas de contexto, para Maquiavelo la libertad del pueblo no reside en un órden marcado por las leyes, porque a la larga las leyes que en un tiempo salvaguardaron la libertad se pueden convertir en un mecanismo para la dominación y la servidumbre. Razón por la cual Maquiavelo reivindica las reformas y los tumultos como una vía para regenerar la vida de la república en favor de la libertad. Es la tercera acepción de la palabra plebiscito a la que se refiere la definición del Diccionario de la Real Academia Española.
Por lo demás, alegar la invalidez de la Asamblea por parte de quien se siente la encarnación de la Cuarta Transformación en Chapingo deja mucho que desear. La Asamblea la ha utilizado en varias ocasiones Andrés Manuel López Obrador para tomar decisiones trascendentales a mano alzada. Recientemente, incluso, retó a quienes se oponen a la construcción del Tren Maya a que convoquen a una Asamblea para decir al respecto. Así que, como diría AMLO, no nos vengan con el cuento de que la ley es la ley. Lo mismo diría Maquiavelo.
Diremos por último que, dado que urge que la Universidad retome la normatividad para llevar a cabo las funciones sustantivas de docencia, investigación, servicio y difusión de la cultura por las que fue creada, las cuales no se pueden llevar a cabo por la negatividad de hacer entrega de los cargos por parte las funcionarias y los funcionarios depuestos, la comunidad universitaria, a través del Consejo Universitario, debe dar un ultimátum para que exdirectoras, exdirectores, exsubdirectoras, exsubdirectores, exjefas y exjefes presenten de inmediato su renuncia. A las funcionarias y funcionarios depuestos que se mantienen en rebeldía al mandato emanado de la Asamblea General del 6 de octubre se les debe sancionar con la inhabilitación para ocupar cualquier otro puesto mínimamente por diez años.