La Divina Comedia es un poema indispensable para entender la tradición literaria en Occidente. Es el notabilísimo fruto de la dedicación de un hombre, Dante Alighieri (1265-1321), que pasó cerca de 21 años de su vida escribiéndolo prácticamente en el exilio de su natal Toscana, Italia. La obra se encuentra dividida en 100 cantos: un canto introductorio y 33 en cada uno de sus tres escenarios principales, es decir, Infierno, Purgatorio y Cielo.
Pese a que ocupa sólo un tercio del poema, la descripción del Infierno es por mucho la parte más recordada de La Divina comedia, debido a algunas controversias que generó en su momento e incluso hoy en día se siguen realizando conjeturas sobre ella. Si bien es cierto que anteriormente ya se tenían representaciones pormenorizadas del infierno –por ejemplo, las hechas por Aurelio Prudencio Clemente y el místico Mohidin Abenarabi–, la realizada por Dante es escandalosa por los castigos tan detallados y las personas sobre quienes cae dicho castigo, entre ellos, políticos, sacerdotes y escritores italianos.
Sin embargo, aunque sumamente ilustrativo y fascinante este viaje por el Fuego Eterno que culmina con la contemplación de Lucifer, no deben perderse de vista los demás elementos de una obra que denotadamente recuerda a los lectores lo mucho que uno mismo depende de sí: por ejemplo, los esfuerzos que mantienen los habitantes del Purgatorio en aras de ascender a un mejor estado, los ayunos increíbles o la mera
voluntad por congraciarse personalmente; o bien, una característica representativa del Cielo dantesco, el éxtasis producido al encontrarse en un estado de gracia con una fuerza superior donde al mayor brío le corresponde un menor cansancio.
Ilustraciones por: Eduardo Peraza Yañez y Sandra Berenice Garay Ayala