La risa histérica que caracteriza al Guasón, antes de ser un símbolo del crimen rampante en ciudad Gótica, fue en realidad un tic neurológico síntoma del deterioro mental de un hombre que siente que la sociedad lo ha abandonado. Asistimos a la muerte metafórica de Arthur porque donde su vida careció de sentido, de su muerte nacerán los días más oscuros para Ciudad Gótica.
Joker es una cinta basada en el mítico villano de DC del mismo nombre. Está dirigida por Todd Phillips, quien da el gran salto de la comedia al drama luego de haber dirigido cintas como las de la saga ¿Qué pasó ayer? y Viaje censurado. Protagonizan Joaquin Phoenix (Her), Robert De Niro (Taxi Driver), Frances Conroy (American Horror Story) y Zazie Beetz (Atlanta). Cuenta la historia de Arthur Fleck y su sueño de hacer reír a la gente. Aquejado por padecimientos mentales y víctimas de trágicos acontecimientos, se verá atrapado en una espiral descendente hacia la locura.
La película pivota alrededor de dos tramas. La primera y más importante tiene que ver con el estudio de caso de Arthur Fleck, un hombre aquejado por las enfermedades mentales que es poco valorado en su trabajo, que es sobajado por desconocidos y supuestos amigos en varias ocasiones y que vive en un departamento de mala muerte y cuya única compañía es una madre tan enferma que ya lo único que puede hacer es mirar televisión y escribir un sinnúmero de cartas a su exempleador en busca de ayuda económica. Aunado a ello, el protagonista ha construido una peligrosa relación parasocial con un presentador de televisión, en el que ve a la figura paterna que nunca tuvo y por quien decide que quiere convertirse en comediante.
Joker es la génesis de uno de los villanos más representativos de DC Comics y en ese sentido cumple como una intimista película de orígenes, pero lo que realmente la hace una cinta destacable dentro del género de superhéroes, y posiblemente una de las mejores producciones del año, es que se trata de la disección cruda de una persona con trastornos mentales y una crítica a la sociedad intolerante que lo ningunea y que prefiere fingir que no existe antes que tenderle la mano. El arco de personaje de Arthur es interesante no porque estemos viendo los primeros pasos del que luego será el archienemigo de Batman, sino porque retrata de manera realista la difícil situación de personas con algún sufrimiento psíquico y cómo esto condiciona sus vidas, la opinión que los demás tienen de ellos, los aliena y dificulta su integración social. Estar dañado no es glamoroso como en el Joker de Jared Leto ni encarna el nihilismo como en el de Heath Ledger, es sucio, desagradable y desgarrador, como muestra la desconcertante risa de Phoenix que oscila entre la euforia y el llanto.
Con la cinta Taxi Driver de Martin Scorsese, uno de los mayores referentes del director Todd Phillips al crear Joker, comparte marcadas similitudes en cuanto a estructura de guion (solo hay que ver la escena de Arthur hablando consigo mismo en el sofá de su casa antes de la entrevista con Murray). No obstante, donde la primera ve a Travis Bickle con cierto distanciamiento emocional y lo retrata como un hombre dañado que ha perdido el sentido de la realidad y es peligroso para él y para quienes lo rodean; la segunda trata a Arthur Flecker con condescendencia. El personaje de Joaquín Phoenix es constantemente el foco de compasión del espectador y los ultrajes que recibe, aunque cruentos, pueden llegar a ser repetitivos (la escena del callejón y luego la del metro). Arthur es un sujeto que parece no haber tenido un solo día feliz en su vida y la película no escatima en recordarlo una y otra vez. Joker asesina pero sus víctimas son casi toda personas que le hicieron un mal, por lo que sus muertes se sienten catárticas. Logra que el Joker quedé como el héroe de la cinta pero tal vez no hace suficiente hincapié en que de hecho estamos viendo a un hombre peligroso que no siente remordimiento.
La segunda capa de la película es la crítica social. La ciudad está hundida, cómo no, en una crisis económica y de salud. Los ciudadanos viven una constante de violencia e intolerancia. Y en una metrópolis que ha visto mejores días, atestada literalmente de ratas y vandalizada, en una sociedad insana, las acciones de un solo hombre son magnificadas para crear un mito alrededor de él, un hombre de paja que puedan usar como símbolo del hartazgo y que abandere, sin saberlo o quererlo, un movimiento de polarización entre los ricos de la ciudad, el propio Wayne como enemigo público número uno, y los ciudadanos de a pie que se sienten hundidos en la miseria de una ciudad que los ha abandonado. El movimiento empieza como un levantamiento del proletario pero termina en una revuelta colmada de violencia sin sentido.
Sin embargo, en este apartado donde el filme encuentra sus mayores carencias. La postura política de la cinta parece más bien enlodada. Los manifestantes son utilizados como un vehículo para que Arthur se sienta aceptado y se incline por dejar de refrenar sus impulsos psicópatas, pero no se ahonda en las implicaciones de este movimiento ciudadano ni se desarrollan la crítica contra el capitalismo caduco.
Sabemos que se vive un ambiente político tenso, pero no queda claro porqué los ciudadanos han decidido que un incidente aislado en el metro que involucra payasos y homicidios tiene que ver directamente con una proclamación política cuando las víctimas ni siquiera eran personas conocidas y el móvil del crimen nunca se esclareció. No es convincente la reacción de la opinión pública, incluso si luego las declaraciones de Thomas Wayne sobre el caso resulten desagradables. Sin ir más lejos, los manifestantes no parecen tener un objetivo claro más allá de formar una muchedumbre a fuera de la casa de gobierno y provocar caos, no sabemos de sus exigencias ni de lo que quieren conseguir, ¿que Wayne no se postule a alcalde de la ciudad? ¿que los ricos paguen un porcentaje más elevado de impuestos? El subtexto no lo insinúa y, por consiguiente, este apartado parece poco pensado y hasta caricaturesco.
Incluso el personaje de Thomas Wayne es una contradicción en sí mismo. Un político que busca postularse para alcalde de la ciudad que habla de forma paternalista y despreciativa a sus votantes. Se antoja más como un personaje que está al servicio del guion, para funcionar de figura antagonista para Arthur que al mismo tiempo resulte antipática para el espectador, que como un elemento importante en la trama.
Lo mejor de la película es sin duda el tratamiento estético. La trama puede contarse a través únicamente de la paleta de colores que va evolucionando de los tonos cálidos y hogareños en las escenas que los Fleck comparten en casa en los primeros compases de la trama, a los azules profundos y depresivos que envuelven a la ciudad como si el sol se alejase conscientemente de ella, y cómo estas tonalidades irán invirtiéndose conforme la psique de Arthur se desgasta. La combinación de colores en la cortina del programa de Murray Franklin como metáfora de la eclosión final del personaje y la pérdida total de la identidad de Arthur Fleck.
Lo mismo pasa con la elección de los planos y la construcción de las líneas plásticas. El uso repetido de planos inclinados que transmiten sensación de desasosiego. En especial la implementación de las escaleras como metáfora visual. En las secuencias en que Arthur se siente más empoderado, es en aquellas donde antes o después lo hemos visto descender unas escaleras (el icónico baile en las escaleras o su salida del trabajo), representando el viaje en descenso del futuro Príncipe Payaso del Crimen hacia su reinado en los bajos fondos.
No obstante, un aspecto negativo de la dirección tiene que ver con la utilización recurrente de planos explicativos y diálogos reiterativos. El mayor problema tiene que ver con las escenas donde se condensa un puñado de información en una tarjeta o diario para que el espectador pueda leer lo que está ocurriendo y se entere de la trama, como renunciando a ser un desafío visual y subestimando la inteligencia del espectador promedio. Se siente cierta vaguedad a la hora de transmitir información importante.
Joker representa un salto en el cine de superhéroes en tanto se concibe como una película basada en el universo de DC que no se adhiere a la fórmula de esta clase de filmes, siempre maniqueos y efectistas. Sin embargo, es perfectamente capaz de mantenerse en pie por sí sola sin necesitar las referencias al mundo de Batman. Una cinta que, si hubiera tratado de un hombre sin importancia en una ciudad cualquiera, hubiera logrado trascender igual porque su valor no reside en ser la historia de orígenes del Joker que necesitábamos, sino en ser un retrato sin edulcorar del descenso de un ser humano hacia la locura y la intransigencia del sistema ante gente como él.