• ML
  • Literatura
    • Narrativa
    • Poesía
    • Ensayo
    • Crónica
  • Educación
  • Entrevistas
  • Opinión
  • Tienda
  • Follow us
    • Facebook
    • Twitter
    • Youtube
    • Instagram
Molino de Letras
Molino de Letras
  • ML
  • Literatura
    • Narrativa
    • Poesía
    • Ensayo
    • Crónica
  • Educación
  • Entrevistas
  • Opinión
  • Tienda
Share
You are reading
Hemofobia
Home
Literatura
Narrativa

Hemofobia

enero 20th, 2021 Aída María López Sosa Literatura, Narrativa 175
Hemofobia

Cuatro pies entrelazados, las uñas esmaltadas en morado y negro, era lo único que sobresalía de entre las sabanas color bermellón. En la habitación recién iluminada por la aurora, dos mujeres, una a un lado de la otra, sin visibles marcas de violencia, permanecían silenciosas, como dormidas, aunque los que estaban ahí las sabían muertas. Cualquiera podría imaginar que reposaban después de horas de orgasmos; la lente no alcanzaba a ver la diferencia entre estos y la muerte. Los agentes escudriñaron los cuatro metros cuadrados de paredes blancas y alfombra vetusta apenas decoradas con el poster de un grupo desconocido de rock. Registraron cada detalle, el más mínimo podría servir para esclarecer los hechos. El sol había comenzado a hacer sus primeros estragos, el bermellón ahora candente ofuscaba las pupilas que poco a poco iban cediendo al exceso de claridad. Claridad que necesitaban para encontrar las pistas que los llevarían a resolver el crimen, suicidio o lo que fuera.

La fotógrafa sacó de su bolsa un par de guantes blancos y se los colocó en sus manos temblorosas, mismos que enseguida absorbieron el sudor destilado. Cuidadosamente destapó los cuerpos. Parecía que tenían un acuerdo entre ellos, estaban cuidadosamente acomodados, los brazos de ambas estaban cruzados tocando el sexo de la otra, los dedos de una se perdían entre el vello púbico de la otra. Sus carnes tatuadas, perforadas, escuálidas y descuidadas, dificultaban calcular las edades. Una era visiblemente mayor. Después enfocó con temor la lente hacia el único buró que se encontraba al lado izquierdo de la cama. Encima estaban dos copas vacías, una botella a medio terminar de cerveza Palma Cristal, un cenicero con seis colillas de Benson mentolados y junto a este una cajetilla con aún tres cigarros sin fumar; hojas de papel arroz y una pequeña libreta parecida a un directorio. En el piso, entre la cama y el buró, un calcetín de hombre, azul marino, al revés.

Posterior al recuento de los hechos, acordonaron el sitio y el equipo de investigación bajó del cuarto piso en busca de la salida. Una voz de mujer blasfemó desde el interior de uno de los departamentos cuando los vio pasar: “Así tenían que acabar”, acotó sentenciosa, “siempre lo dije, ese tipo de cosas que no son de Dios, tarde que temprano son castigadas. Eso de meterse entre mujeres es del diablo y peor aún, cuando se meten entre varios”. El Ministerio Público aprovechó la lengua suelta de la mujer, la dejó hablar mientras le hacía preguntas, mismas que eran respondidas a borbotones, como lava expulsada de un volcán: “verá, varios vecinos ya se lo habíamos dicho al dueño que no debía rentarle a putas o maricones, menos a lesbianas, o a drogadictos, pero con tal de cobrar su renta no le importó, ahora a ver cómo sale de este lío”. “¿Usted vio algo raro anoche?”, preguntó un agente; “pues raro todo desde que se cambiaron hace tres meses”, respondió. “Salían de mano hombres con hombres y mujeres con mujeres, hasta extranjeros. Olían a hierba, como a petate quemado”, espetó la mujer.

Mientras esperaban la llegada del forense para el levantamiento de cadáveres, la fotógrafa tomó imágenes del exterior. La calle arbolada, uniformada con edificios amarillos de cuyas azotehuelas serpenteaban telas de colores, lograban distraerla de su ansiedad. Los carros estacionados, las placas, los transeúntes, la fachada de la casa de enfrente con el anunció: “Se vende yelo”.

Intentaron reconocer algún rostro, algo que pudiera despejar el enigma. Parecían envenenadas a la Romeo y Julieta. Nadie hablaba, sólo cruce de miradas, como si alguno tuviera la mejor línea de investigación que los llevaría a la verdad.

En el camino no encontraron nada que pudiera llamar su atención. Algunos bares entreabiertos derramaban agua jabonosa, vendedores ambulantes, una tienda de abarrotes desolada en la esquina. Cien metros a la redonda y sin una pista aparente de lo sucedido en el sórdido departamento de la calle Oyamel del paradisiaco Cancún.

Cuando llegaron a la oficina la fotógrafa se sintió mareada, con nauseas, pálida y temblorosa pidió permiso para retirarse. A últimas fechas decía que no le hacía bien estar en la escena del crimen, eso la ponía mal debido a que estaba desarrollando fobia a la sangre, afirmación que sostenía aun sin tener diagnóstico médico e incluso en escenas sin sangre. Los síntomas disimulaban el verdadero origen de su nerviosismo.

Salió a esperar a un taxi. Le urgía avisar al Cubano. La botella de cerveza en la habitación abriría una línea de investigación hacia personas de esa nacionalidad, que llevaría a desmantelar la red de pornografía para la cual ella se desempeña en lo mejor que sabía hacer: tomar fotografías.

Compartir

Facebook Twitter WhatsApp E-mail
Previous article 'La nueva eurodisea del Jaguar Rojo'
Next article El arte de pescar con el anzuelo
Aída María López Sosa

Aída María López Sosa

Aída María López Sosa. Mérida, Yucatán (1964). Psicóloga, Capacitadora certificada, Tallerista de cuento y Correctora de estilo. Sus trabajos han sido publicados en la Revista Ahuehuete del Seminario de Cultura Mexicana y en los periódicos El Informador, de Jalisco, y La Crónica de Jalisco. Colaboradora de la revista Molino de Letras, El Diario del Sureste, la revista cultural Soma, el portal Este País y La Jornada Maya. Su obra ha sido antologada en Puebla, Jalisco, Yucán y Puerto Rico y traducida al francés para el atlas poético Résister (2019), editado por el PEN Francia. Ganadora del Primer Concurso Nacional de Cuento de Escritoras Mexicanas (2018). Primer lugar en el certamen Calaveras Literarias (2019), organizado por la Fundación Elena Poniatowska Amor, A.C. Ganadora del Fondo de Ediciones Literarias del Ayuntamiento de Mérida con el libro de cuentos Despedida a una musa y otras despedidas (2019). Ganadora del Premio Estatal de Literatura 2020 de Yucatán en la categoría de cuento. Miembro del PEN Internacional sede Guadalajara, México.

Artículos relacionados
El elevador

El elevador

Espejo

Espejo

Aura

Aura

Timeline
Oct 26th 2:00 PM
Literatura

El elevador

Oct 23rd 12:40 PM
Literatura

Espejo

Oct 22nd 6:28 PM
Libros

Cristina Rivera Garza: Es necesario abrir la conversación sobre feminicidios en lengua inglesa

Sep 20th 9:15 AM
Reportajes

FILO: El negocio editorial detrás de la promoción de la lectura

Jun 28th 1:21 PM
Literatura

Aura

Jun 10th 12:38 PM
Medio ambiente y sociedad

Libertad para Mary Paz Zamora

Colabora
Apoya
Síguenos