16’34’’, Ciudad Monstruo
Me sobran vacíos
entre los espacios de mis sombras:
los primeros,
se llenan con el estridente aullar
de mis pensamientos,
del corazón.
La planicie de un llano seco,
infértil, temeroso,
se niega —también—
a quedarse sin nada.
Dejar, en su suelo polvoso,
rastros de la lluvia que nunca llegó.
Entre los brazos partidos,
sin piel,
encadenados,
vulnerables,
sus árboles cadavéricos
procuran la palabra.
Después algunas agonizantes
se filtran:
el origen y sus reflexiones
sus muertos de inciertas esperanzas.
Escucho el viento que susurra
y el tiempo despidiendo
—a pesar de todo—
héroes y pecadores,
bondadosos e hipócritas,
¡sí, a los de la teoría!
Persigo la lluvia,
sus ojos y la locura el placer.
vuelvo los pasos,
sin embargo,
sus huellas difusas,
Irreconocibles
dejan el misterio de lo que tus ecos
—alguna vez provocadores—
se diluyen en el secreto
de la razón y sus modernidades.
