Hay un rugido que emana de las entrañas del corazón,
de la profundidad en la muerte
que se apaga con el susurro tenaz de tu aliento.
Se enciende con la ausencia,
con la negación del pensamiento.
Hay un rugido que emana de las cavilaciones
colgadas de la noche,
de los pasos acompañados de soledad,
de los espasmos del tiempo
que se apagan con el amanecer,
con la voracidad de la soberbia,
con el recuerdo perenne del pasado.
Hay un rugido que emana de las letras en tu nombre