Hace 500 años, el 13 de agosto de 1521, “día que era de San Hipólito Mártir”, “hiciéronse este día”, cuando fue tomada la ciudad de Tenochtitlan, “una de las mayores crueldades que sobre los desventurados mexicanos se han hecho en esta tierra”, según registró en su Relación Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, recogida por Miguel León Portilla en Visión de los vencidos. “Era tanto el llanto de las mujeres y niños que quebraban los corazones de los hombres”.
La caída de Tenochtitlan, tras ochenta días de sitio a la ciudad, costó a los mexicas más de 240 mil vidas y prácticamente la aniquilación de su nobleza, “pues que apenas quedaron algunos señores y caballeros, y los más niños, y de poca edad”. “Este día, después de haber saqueado la ciudad, tomaron los españoles para sí el oro y la plata, y los señores la pedrería y plumas y los soldados las mantas y demás cosas, y estuvieron después de estos otros cuatro en enterrar los muertos, haciendo grandes fiestas y alegrías”. Saqueo y matanza.
Era tanto el llanto de las mujeres y niños que quebraban los corazones de los hombres.
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl fue un historiador novohispano que murió en 1648, bisnieto de Ixtlilxóchitl II, quien inició una guerra contra su hermano Cacamatzin, para disputarle el trono de Texcoco. A la llegada de los españoles, Ixtlilxóchitl II pactó con Hernán Cortés. Con ayuda de éste, depuso a su hermano, torturado y ejecutado por los españoles. Cortés rompió así la Triple Alianza entre Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba. De Alva cuenta la historia desde esta perspectiva.
Los tlaxcaltecas y otras naciones que no estaban bien con los mexicanos, se vengaban de ellos muy cruelmente de lo pasado, y les saquearon cuanto tenían.
Ixtlilxóchitl (de Tezcoco y aliado de Cortés) y los suyos, al fin como eran de su patria, y muchos de sus deudos, se compadecían de ellos, y estorbaban a los demás que tratasen a las mujeres y niños con tanta crueldad, que lo mismo hacía Cortés con sus españoles. Ya que se acercaba la noche se retiraron a su real, y en éste concertaron Cortés e Ixtlilxóchitl y los demás señores capitanes, del día siguiente acabar de ganar lo que quedaba.
En dicho día que era de San Hipólito Mártir, fueron hacia el rincón de los enemigos. Cortés por las calles, y Ixtlilxóchitl con Sandoval, que era el capitán de los bergantines, por agua, hacia una laguna pequeña, que tenía aviso Ixtlilxóchitl cómo el rey (Cuauhtémoc) estaba allí con mucha gente en las barcas. Fuéronse llegando hacia ellos.
Era cosa admirable ver a los mexicanos. La gente de guerra confusa y triste, arrimados a las paredes de las azoteas mirando su perdición; y los niños, viejos y mujeres llorando. Los señores y la gente noble, en las canoas con su rey, todos confusos.
De los trecientos mil guerreros mexicas que participaron en la defensa de Tenochtitlan sobrevivieron “hasta sesenta mil de ellos”. “Murieron de la parte de Ixtlilxóchitl y reino de Tezcoco, más de treinta mil hombres, de más de doscientos mil que fueron de la parte de los españoles.