La falsa alarma era una de las consecuencias de los explosivos efectos que tenía la amplificación de las noticias sensibles en una sociedad hiperinformada.
Cixin Liu, El fin de la muerte
Lucas ha dejado en paz por unos días el uso de las redes sociales, ha aprovechado el tiempo en leer un poco, en pintar, en volver a tocar la guitarra. Se asume afortunado, pues cada quince días percibe un salario que sigue llegando, sin los incentivos por cumplimiento de metas, pero sigue llegando. Mucha gente afuera no tiene esa oportunidad.
Sale a hacer sus compras en horarios cuando el sol pega de frente, fuerte, seco, ardiente, suponiendo que es cuando menos personas van a circular en las calles; sin embargo, casualmente coincide con las mayores aglomeraciones en tiendas. La ciudad tiene una temperatura promedio de 32 °C en el horario de calor más alto durante el día, aunque la sensación sea mayor.
Las oficinas de la ciudad, conforme a los reportes de la TV, lucen vacías. La vegetación de algunas calles que no están en el primer plano de la ciudad sigue creciendo, pese a que sólo ha llovido una vez en sesenta días; la humedad del ambiente y la necesidad de sobrevivir permite que las plantas anuales se aferren a madurar.
El vecino del edificio 12 camina a medio día por el fraccionamiento, quizá asume que el sol le ayudará a mantenerse en su peso o sólo por necesidad de sol; se nota que no está acostumbrado a estar encerrado. La ciudad está habituada a la exposición al sol, al uso de bloqueador solar y bronceador, a los niños con su ropa de verano durante todo el año, a ir a la playa el fin de semana, a la costumbre de reunirse esos dos días para tomarse una cerveza, a ir al antro entre semana: una ciudad que no duerme.
No la están pasando del todo mal: la ciudad está paralizada, es cierto, las empresas se siguen moviendo con un ritmo lento, pero como todo es rentabilidad, al no haber volumen la rentabilidad se reduce, todo se encuentra en el circulante; al no moverse, no genera, no se refleja en los libros como utilidad.
Si sumamos el tipo de cambio del dólar a una ciudad que está habituada a las propinas en dólares, también ha mostrado pérdidas. Se tienen, se ven, las acciones caen, el petróleo hace unos días pidió esquina, los ahorros se van consumiendo, ha aumentado el robo de placas de autos de otros estados.
Con todo, agregar que la gente de esta ciudad, que no tiene un arraigo particular por ser una ciudad joven, proviene de diversas localidades del interior del país, comunidades rurales, indígenas, con salarios mínimos: es el personal que aún es operativo. La mayoría de la población hoy sabe que las tareas poco especializadas no se puede llevar como home office —sin demeritar la función—: vigilantes, intendentes, cajeros en súper, farmacias, meseros, repartidores, entre otros, quienes realizan labores fundamentales.
Sin embargo, Lucas observa que todos tienen acceso a celulares, todos reciben información todos los días, todos sonríen con los nuevos videos, con los tik toks, desde el que hace home office como el que no, y todos están a un “compartir” de distancia para dispersar la información: toques de queda, promociones inexistentes, fraudes, conspiraciones, ovnis, ley seca, aumento de decesos, el gobierno oculta información, paranoia colectiva… se tiene poco tiempo para analizar la oportunidad de la información.
Lucas insiste en que somos seres sensacionalistas, en que nuestro ego se eleva por cada like, aunque lo compartido fuese fake. Dice que la idea de ser popular nos llena tanto esa falta de reconocimiento que tuvimos en la infancia, o en su defecto en su exceso. Lucas comenta que en su tiempo Orwell con su 1984 y Huxley con su Un mundo feliz nos advertían de los extremos que hoy tenemos al alcance de la mano, que hoy lo vivimos en la palma de la mano, en las pantallas cada vez más grandes, en la necesidad de una pantalla de más pulgadas que esté conectada a internet, una smart TV.
Dice que Orwell se decantaba por una limitación de la información (algo que los medios probablemente siempre han procurado, es claro que siempre se expone la perspectiva de quien la cuenta; es más, hasta señalan que dan su propia opinión), que recalcaba una sociedad que no tuviera acceso a toda la información existente. En cambio, Huxley describía una sociedad hiperinformada, una abundancia de información; tanto, con tanto exceso, un acceso ilimitado que nos condujera al egoísmo puro y a la indiferencia colectiva.
Lucas pregunta acerca de la última película que vi. “Scarface”, le digo. “¿En qué año se transmitió por primera vez?”, pregunta. “Ni idea”, le respondo. Mientras, de manera automática recurro al celular y escribo: “Scarface”. “1983”, dice el buscador. “¿Ves?”, dice mientras se ríe. “Este libro está muy bueno”, señala extendiéndome El fin de la muerte, de Cixin Liu; “hay una evolución de las sociedades y la paranoia colectiva de lo que estamos viviendo, échale una ojeada aprovechando la cuarentena”. “No te espantes que sigan entrando por la fuerza a hospitales, cerrando calles, diciendo que esto existe o no, compartiendo videos y comentarios, conspiraciones y ovnis, allá tú”.
Lucas se sincera: “la paso bien”, dice mientras se prepara un café. “Creo que se me han antojado unos tacos”.